jueves, 18 de febrero de 2010

La oveja perdida


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Basado en Mateo 18:1-14 y Lucas 15:3-7


El pastor guardaba a sus ovejas en el redil prestando atención a que estén todas. Era algo rutinario de cada día, pero su humilde trabajo y ese amor por sus ovejas iban a ser utilizado por el Mesías para dar testimonio de su amor por sus hijos.



Jesús dijo: “porque el hijo del hombre ha venido para salvar lo que se había perdido” Luego de dar esa promesa, hizo una breve comparación entre su accionar y la de un pastor de ovejas. Entendamos que en aquel tiempo ese escenario les era muy familiar a los judíos y podían entender perfectamente lo que el Maestro quería enseñarles. Puso la imagen de un pastor que posee cien ovejas pero una se le pierde. Entonces guarda las noventa y nueve y va en busca de la oveja perdida. Al volver con ella su alegría es enorme y está más contento por esta que encontró que por las otras noventa y nueve que no se perdieron. En Mateo, Jesús afirma que el cielo está atento a cada ser humano, por más pequeño que sea. Y en el libro de Lucas dice que en el cielo hay más alegría por uno que se arrepiente que por los otros que no necesitan arrepentimiento.


Hoy en día la imagen de un pastor de ovejas no nos es familiar. Pero podemos verlo de la siguiente manera. Una familia con seis hijos sale de paseo a un camping que se encuentra al lado de un lago. Pasan un hermoso día de familia jugando, divirtiéndose y descansando. Luego, a la tardecita, empiezan a guardar todo en el auto para salir. Cuando están por marcharse, el padre examina que estén todos los miembros de la familia. Pero hay uno que se distrajo jugando y se perdió. El padre deja a su mujer con los otros cinco hijos seguros en el auto y sale a buscar al que se perdió. Cuando vuelve con su hijo perdido su alegría es enorme, y toda la familia y el mismo niño extraviado están felices. En ese momento los padres se sienten más felices de haber encontrado a su hijito perdido que por los otros cinco que no se perdieron. Es natural, si tiene o no un hijo puede llegar a imaginarse lo que se siente perderlo por un momento.

Tal vez sientas que no estás perdido, o tal vez creas que nadie se preocupa por vos. Tal vez piensas, ¿cómo siento que Jesús me está buscando? Ya por el hecho de ser pecadores estamos extraviados. El pecado nos separa de Dios y nos aleja de él. Pero nuestro divino pastor nos busca continuamente y nos habla a nuestro corazón a través de su Espíritu Santo. Nuestro corazón humano siente soledad, tristeza, desesperanza y desconsuelo cuando se ve perdido. Pero Jesús nos busca, de hecho, el siempre está ahí a nuestro lado esperando que le abramos nuestro corazón. Cuando dejamos que Dios entre en él, notamos el cambio. Puede ser gradual, de apoco o puede ser rápido e intenso. Todo eso depende de nosotros y de cuánto le abramos nuestro corazón a Dios. La felicidad, la paz, la esperanza, nuestro amor a Dios y a nuestro prójimo se manifiesta en nuestro corazón.

El nos busca aunque no nos consideremos perdidos, y lo hace por más ocupados y distraído que estemos. Cuando piensas que todo está perdido en realidad tú estás perdido/a y necesitas aceptar que el buen pastor te recoja y te lleve a su redil. El nos ama y todo el cielo se alegra cuando lo aceptamos y nos arrepentimos. Por más pequeños e insignificantes que nos sentamos, para el somos valiosos.
Amigo/a, Jesús siempre nos está buscando y llama a nuestro corazón, lean estas promesas:

“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones/…/ Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.
Santiago 4:8 y 10.

“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”
Apocalipsis 3:20

“Mirad cual amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios…/”
1 Juan 3:1

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinados para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado/…/
Efesios 1:3-6


¿Qué más podemos decir? El ya nos considera como hijos suyos, ovejas de su rebaño. Por lo tanto, él nos busca, nos encuentra pero no nos obliga a estar con él. Con paciencia llama a nuestros corazones y se queda ahí, con nosotros esperando que aceptemos a formar parte de su redil y ser un hijo de su familia.



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