sábado, 20 de marzo de 2010

Aprendiendo a orar

Basado en el libro de Mateo capítulo 6 versículos 5 al 15

“Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”

El primer principio de toda oración. En aquel tiempo era costumbre orar en voz alta y en público para que el resto del pueblo viese cuan consagrado era el que oraba. No necesitamos aparentar, distinguirnos del público o hacernos notar cuando oramos. Esto no es una competencia de ver “quién es el más consagrado y tiene mejor comunión con Dios”. Esto también se aplica a cuando oramos en nuestras iglesias o frente a un grupo de hermanos. Hay personas que hacen largas y complicadas oraciones para mostrar el gran fervor que tienen y su gran nivel de consagración. Esto no es necesario, Dios lee los corazones de todos y lo sabe todo.

“Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.

El segundo principio del a oración. No debemos repetir siempre lo mismo o frasecitas de memoria. Dios no quiere eso. Si supuestamente la oración es para comunicarnos con El ¿vamos a repetirles cosas de memoria o palabras sin sentido? Pongamos el ejemplo de cuando hablamos con un ser querido o un amigo/a. Creo que no entablamos una conversación mecanizada en donde lo que le comento ahora, ya se lo dije exactamente la vez anterior. En ese caso no existe ningún tipo de diálogo.  Dios quiere que nos comuniquemos con El, que le abramos nuestro corazón, que tengamos confianza de que El nos escucha y nos contesta.

Vosotros, pues, oraréis así:

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.

¡Qué maravilloso ejemplo! El tercer principio de la oración. Este modelo no fue dejado para que lo repitiésemos de memoria continuamente como una oración. Sino que fue dejado por nuestro Salvador para que tengamos una idea básica de cómo orar.

1.       A quién oramos
2.       Sujetarnos a su voluntad, reconocer que El tiene  poder en el cielo y en la tierra.
3.       Pedirle nuestras necesidades y por los demás.
4.       Pedir perdón de nuestros pecados como nosotros hemos perdonado a los que nos fallan. Arrepentirnos y pedirle fortaleza.
5.       Pedir por su cuidado y protección frente a las tentaciones a acosos del enemigo. ¡Que siempre mande a sus ángeles  a nuestro lado!
6.       Agradecerle
7.       Reconocer a Dios como nuestro soberano.

Más sobre la oración:

·        Santiago 5:7-20
·         Romanos 12:12 (ideal leer todo el capítulo 12)
·         Filipenses 4:6
·         1 Timoteo 2:1
·         Josué 10:12-14
·         1 Reyes 9:3
·         1 Samuel 1:1-20
·         Daniel 9:1-21
·         San Juan 17: 1-26

Estas referencias que acabo de escribir no deje de leerlas. Explican un poco más acerca de la oración, para qué utilizarla y qué alcance tiene.  Aún Jesús cuando estuvo en esta tierra oraba, y de una manera en que ningún ser humano lo ha hecho. Es una de las oraciones más hermosas de la biblia.  Tenemos que entender que por el momento, la única manera que tenemos para comunicarnos con nuestro Dios, es a través de la oración. Y si esta no nace de un corazón sincero no tiene resultado. El enemigo sabe que esta tiene mucho poder, es el único método que tenemos para pedir refuerzos y vencerlo. Al orar, Dios envía a sus ángeles en nuestra ayuda.
El está aquí, siempre presente en nuestras vidas ¿por qué no orar y mantener un diálogo fluido con nuestro salvador? En voz baja, en nuestra mente, en todo momento; podemos hacerlo.



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