viernes, 12 de febrero de 2010

El está aquí

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Basado en Marcos 4:35-41
El sol ya se había ocultado en el horizonte. Ese día Jesús había estado enseñando a la multitud relatándoles hermosas parábolas que dejaban una profunda enseñanza. El corazón de la gente estaba deseoso de seguir escuchando más palabras de ese maestro. Un maestro diferente cuya presencia generaba una atmósfera de amor y paz.
Ya era de noche, Jesús les dijo a sus discípulos que quería pasar al otro lado del lago. Estaba exhausto y necesitaba descansar. Pero no estaba solo. La multitud al ver que Jesús subía a una barca y se marchaba hacia la otra costa, decidió seguirlo en otras barcas. Esa noche sería inolvidable para todos. A pesar de todas aquellas palabras que el maestro derramó sobre sus corazones, aún no tenían suficiente fe en él. Pronto aprenderían una lección que les ayudaría el resto de su vida a confiar en su Salvador.
La noche se puso tormentosa, grandes vientos y una violenta tempestad hundían a la barca en donde Jesús y los discípulos se encontraban. El se encontraba en la popa durmiendo sobre un cabezal aparentemente indiferente a todo lo que sucedía a su alrededor. Cuando sus discípulos agotaron todo recurso humano para mantener a flote la barca se acordaron de su maestro. ¿Dónde está Jesús?, fue su gran pregunta. Se vieron luchando totalmente solos contra las fuerzas de la naturaleza mientras su maestro dormía plácidamente sin que nada le alterase su descanso. Desesperados le pidieron que los salvase. El, levantándose reprendió al viento y al mar diciendo: “calla, enmudece”. Al instante, todo quedó tranquilo. El mar estaba sereno y la noche estrellada nuevamente. Las otras personas que se encontraban en las otras barcas pudieron ver el milagro. La respuesta de Jesús hacia ellos fue: “¿Por qué estás así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?”.
Ahora todos habían sentido la presencia de Dios. Entre ellos se decían: “¿Quién es éste que aún el viento y el mar le obedecen?”.
El está aquí, siempre lo está. Los discípulos en su realidad vieron que su barca se hundía en medio de una feroz tormenta. Aparentemente, Jesús no se preocupaba por ellos. No estaba a su lado luchando para mantener a flote su barca. ¿No sentimos lo mismo en nuestra vida? Más de una vez nos encontramos que estamos luchando solos contra algo que no podemos vencer. Y ahí nos acordamos de aquello que una vez escuchamos o aprendimos de alguien que puede salvarnos. Pero igualmente dudamos. Es natural que en el corazón nuestro suceda esto. No vemos acción, nuestros ojos carnales quieren ver soluciones humanas. ¡Cuántas veces las soluciones divinas difieren enormemente de las pretendidas por el hombre!. A todos nos pasa, a mí me pasa.
El clamor sincero desde un corazón abatido no queda en la nada. Jesús se levantó en medio de aquel tumulto y puso orden. Tal vez los discípulos esperaban que su maestro se ponga a luchar con ellos para salvar la barca. Pero Jesús soluciona los problemas completamente, arranca la desgracia de raíz y le da paz al corazón del hombre. Solo él puede calmar nuestras propias tormentas. Pero para que él actúe se necesita FE, y aún con ésta vacilando él hace grandes maravillas.
En el mundo de hoy, pareciera que Jesús duerme tranquilo mientras nosotros luchamos por mantener a flote nuestra sociedad, nuestra familia, nuestra economía, nuestra salud, nuestra seguridad, nuestro planeta. Y decimos, Dios no existe, él no está, pero EL ESTÁ AQUÍ con nosotros. Estaba al lado de sus discípulos, está también al lado nuestro.
El, entre todas sus promesas nos ha dejado esta:
“No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” Mateo 6:31-33.
No fue hasta que ellos buscaron a Jesús que su necesidad quedó satisfecha. Aún cuando no lo busquemos, el suple nuestras necesidades. El dejó muchas promesas. Lea el Salmo 91.
Querido amigo/a, cuando tu barca está en medio de la noche más negra a punto de hundirse, El está ahí, al lado tuyo esperando para que tú le dejes intervenir en tu vida.

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